La palabra espiritual tiene su raíz latina en spiritus que significa aliento, término que, entre otras connotaciones, alude a vida, respiración, ánimo, pero que en este caso sugiero relacionar con la expresión EL GRAN ALIENTO, utilizada en círculos esoteristas en relación con la fuente última de la manifestación de la vida, derivado de la irrepresentable e inefable idea de LO ABSOLUTO. Así pues, sugiero comprender lo espiritual, spiritus, en relación a la esencia de la existencia, de ahí la expresión común de que somos seres espirituales.

Pero también hay otro aspecto de la noción de espiritualidad que me parece un poco olvidado, se trata de mirarlo en relación a su complemento o contrario, la materialidad. En esta perspectiva de polos opuestos pero complementarios, la insistencia actual sobre la espiritualidad se da en relación al cansancio por el excesivo materialismo, con su línea de antivalores, egoismo, individualismo, separatividad, competitividad, etc. Se trataría de una especial búsqueda de equilibrio entre los valores trascendentes relacionados con las grandes preguntas de la vida y los valores de la subsistencia física y la organización social de la época moderna.

Tenemos inicialmente dos concepciones de espiritualidad que no riñen entre sí, una referida al fin último del ser y su búsqueda y logro de la re-unificación, ejemplificado por los grandes místicos e iluminados del planeta y por palabras que indican la existencia de tal posibilidad, moksha, nirvana, salvación, kaivalya, liberación, entre otras. Esta concepción está relacionada con una afirmación común en círculos teosóficos que habla de la identidad fundamental del alma individual con el alma universal o superalma, del alma y Dios, muy en relación con ideas vedanta-advaita. La segunda concepción de espiritualidad, como búsqueda de equilibrio con la materialidad, está  más en consonancia con una perspectiva evolutiva y cíclica del viaje del alma por la existencia, pasando por distintos períodos y niveles de aprendizaje, unos más materiales y otros más espirituales. Según esta línea de pensamiento, estaríamos en un proceso de transición de una época de «oscurantismo  materialista» a una época de reconocimiento de la vida presente en todas las cosas y seres y de mayor respeto y tolerancia entre sí y con la tierra, así como una civilización capaz de integrar sus conocimientos en un gran conocimiento, donde ciencia, religión, filosofía, arte, política, y todos los demás, convergen en la construcción inegoista de bienestar espiritual, las ciencias al servicio del HOMBRE, facilitando su búsqueda espiritual, en relación con la primera concepción que ya mencioné.

Aunque las grandes religiones, burocratizadas o no, siempre han tenido en su fuente un impulso de espiritualización, sería en la segunda mitad del siglo XIX que se daría un impulso diferente, que aunque involucra la dimensión religiosa y sus textos sagrados, la trasciende, integrándola en el reconocimiento de una fuente similar para todas y todos los conocimientos y ciencias. El siglo XX significó la explosión de tendencias, prácticas y formas de ver el mundo antes ocultas u olvidadas. El karma, la reencarnación, el diálogo interreligioso, la ecología y muchos otros temas son parte hoy del inconsciente colectivo humano, y cada día son más evidentes los esfuerzos que se hacen para construir sociedad y sistema económico y político a la luz de enseñanzas derivadas de tradiciones espirituales y esotéricas. Es un proceso lento, pero que avanza con firmeza. Será motivo de otro escrito que muestre la influencia de la tradición esotérica en disntintos personajes de renombre histórico y actual, así como en la creación y manejo de organizaciones y difusión de ideas a la mentalidad general de la humanidad.

Varias ideas derivan de una concepción espiritual de la vida. La primera, y tal vez la más importante, está directamente sacada de la noción de spiritus como fuente de la vida, si todo y todos tiene una fuente subyacente común es de lógica básica que todos y todo estamos interrelacionados, que somos hermanos en esencia, de ahí la maravillosa y potente idea de la fraternidad. Hay que decirlo, la idea de fraternidad tiene un alto contenido político en sentido amplio, si reconocemos esa hermandad subyacente y por tanto actuamos en consecuencia es posible avanzar en la construcción de una sociedad de menos enfrentamientos entre individuos, organizada en base al respeto por la vida espiritual que anima todas las manifestaciones, porque hacerle daño a una de ellas implica hacernos daño a nosotros mismos. Esta es la lógica de esta idea, si te daño me daño, y por tanto obstaculizo mi progreso. Parece simple.

El político en sentido platónico es quien tiene acceso AL BIEN como fin último de la existencia. El filósofo-rey se remonta a la fuente de las cosas y ve con claridad, por lo que es su deber ayudar a crear las condiciones generales para que el pueblo que guía se dirija hacia esa fuente sin forzar sus elecciones, para que por sí mismos descubran el sentido de la vida y junto se dirijan hacia ello. Esta es la versión ideal por excelencia de la política, pero no estamos en las circunstancias en que tal cosa sea posible, sin embargo, como ideal tiene un valor importante que hala al político bien intencionado hacia su cumplimiento, que lo inspira y le da solaz en el difícil trasegar de la vida de gobernante.

Quiero resaltar la función de guía de los gobernantes. La capacidad de hacer elecciones hacia adonde ir, dependiendo de su visión y contenido interno y mental, esas elecciones llevarán a un lado u otro, el político espiritual sin duda elegirá la ampliación de los horizontes humanos para el bien general, y tendrá la capacidad de responder a las necesidades del momento, pero también de integrarlas en un sendero de crecimiento social mayor, porque tiene una visión más holística de la existencia y de su papel en ella. A mi parecer, se ha olvidado esa opción de los gobernantes de definir horizontes hacia donde ir, están tan enfrascados en lo cotidiano y en las políticas que no dan espera, que la visión estratégica de futuro ni siquiera es visible, las grandes decisiones y las grandes políticas en función de futuros de hermandad y belleza social. Yo, por ejemplo, tomo muy en cuenta a los políticos que solo prometen acciones específicas, generalmente superficiales, y que no son capaces de adentrarse a la raíz de los problemas, y que además no son capaces de hilvanar su acción política en un todo mayor, en un horizonte de futuro integral y posible. Por supuesto tomo muy en cuenta estos políticos, pero para no votar por ellos.

Retomando la idea de fraternidad, esto implica no solo un respeto por la vida entre seres humanos, que sin duda es un logro deseable, pero es necesario ampliar esa noción a todas las expresiones de la vida animal, vegetal, mineral, y las demás. Por poner un ejemplo del cambio necesario, es importante que los sistemas productivos basados en la explotación natural, de minerales, plantaciones, animales se regulen en perspectiva ecológica y de supervivencia de largo plazo, es decir en perspectiva de humanidad.

Otra dimensión de la fraternidad en relación con los gobernantes es la relación entre países y el tema de las fronteras. Los pueblos y sus culturas por un largo, y muchas veces violento, proceso se han configurado en Estados, lo cual constituye un logro importante en la organización de la sociedad en la perspectiva de pasar del Estado de naturaleza individualista y descoordinado a un pacto social que configura una relación social con un centro que vela precisamente por el mantenimiento de la sociedad y por el progreso hacia logros mayores, evitando la perpetua zozobra de la competencia individualista por la subsistencia. Pero el Estado no es un fin en sí mismo, es solo un medio, un momento histórico, una transición, que debe evolucionar a niveles de organización mayor, no podemos seguir defendiendo a rajatabla la soberanía, ni usándolo como disculpa para guerras y pleitos entre países hermanos.

Así como el Estado fue un gran logro, lo es más recientemente Naciones Unidas, en el primer caso se supone que los individuos pactaron y negociaron la creación del Estado, Naciones Unidas representa lo mismo pero al nivel de los Estados, estos deben pactar y negociar la creación de un centro mayor, a nivel planetario, que cuide y ayude a sostener la convivencia planetaria, por encima de los intereses particulares de los Estados por separado. Por supuesto esto es un proceso largo, ya sabemos de las dificultades de la ONU, algunos países se gastan 10 veces más en guerras y armas lo que es el presupuesto de ONU. Todavía falta mucho por aprender.

Continuará….

Por Juan Gui